Fiambalá, bautizado por los nativos como la casa del viento, se abre a lo largo del estrecho valle que le da vida a sus viñedos... como si fuese una caprichosa brecha en el desierto.

Regidos por un clima de alta montaña, el trabajo en los viñedos se ve frecuentado por los azotes del Zonda y remolinos espontáneos de polvo.

Ese viento es el que llena nuestros pulmones con la esencia de nuestras raíces y nos permite lograr la titánica tarea de producir el mejor vino en las condiciones más extremas.


– Finca Don Diego –
 
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